Ja ho he comentat en més d’una ocasió. La figura de Julio
Cortázar s’entreveu al darrera d’aquestes Arrels per la qual cosa no és gens
d’estrany que la seva aparició es vagi produint periòdicament. El recordo en la
seva mort, el naixement, l’edició de Rayuela,
historias de cronopios y de famas...
o de qualsevulla de les seves obres. Ja he perdut el compte dels viatges que he
fet per les autopistes franceses seguint Los
autonautas de la cosmopista, que m’han ajudat a comprendre el gran amor
mutu amb Carol Dunlop.
He conegut la seva gran afició pels palíndroms i els jocs
de paraules ─a més dels autonautes, La
vuelta al día en 80 mundos─.
“Julio es una larga cuerda con cara de luna”, com diu
Eduardo Galeano.
I així és com no he pogut evitar la temptació de
compartir tantes vivències amb vosaltres. I per què no, alguns dels palíndroms
que va utilitzar a diferents contes: Satarsa, a Deshoras o Lejana, a Bestiario.
En aquest últim inicia la primera nit recordant palíndroms ─des dels més
senzills “salta Lenín el atlas” o “amigo, no gima” als més complicats “átale,
demoníaco Caín, o me delata”; “Anás usó tu auto, Susana”─ o anagrames tant
famosos com el que el surrealista André Breton va dedicar a Salvador Dalí:
“Ávida Dollars”.
Satarsa no és res més que un joc de paraules que
sorgeixen a partir del palíndrom “atar a la rata”, que no deixa de ser un joc
per aquells que viuen de la captura de rates vives per enviar a Copenhague,
diuen que “per experiències de genètica als laboratoris”.
─“Atar a la rata no es más que atar a la rata ─dice Lozano─. No tiene
ninguna fuerza porque no te enseña nada
nuevo y porque además nadie puede atar a una rata. Te quedás como al principio,
esa es la joda de los palíndromos.
─Ajá ─dice el pardo Illa.
─Peró si lo pensás en plural rodo cambia. Atar a las ratas no es lo mismo que atar a la rata.
─No parece muy diferente.
─Porque ya no vale como palíndroma ─dice Lozano─. Nomás que ponerlo en
plural y todo cambia, te nace una cosa nueva, ya no es el espejo o es un espejo
diferente que te muestra algo que no conocías.
─¿Qué tiene de nuevo?
─Tiene que atar a las ratas te da Satarsa la rata.
─¿Satarsa?
─Es un nombre, pero todos los nombres aislan y definen. Ahora sabés que hay
una rata que se llama Satarsa.
─¿Y qué ganas con saberlo?
─Tampoco sé, pero sigo. Anoche pensé en dar vuelta al asunto, desatar en
vez de atar. Y en cuanto pensé en desatarlas vi la palabra al revés y daba sal,
rata, sed. Cosas nuevas, fijate, la sal y la sed.
─No tan nuevas ─dice Yarará que escucha de lejos─, aparte de que siempre
andan juntas.
─Ponele ─dice Lozano─, pero muestran un camino, a lo mejor es la única
manera de acabar con ellas.
─No las acabemos tan pronto ─se ríe Illa─, de qué vamos a vivir si se
acaban.
Laura trae el primer mate y espera, apoyándose un poco en el hombro de
Lozano. El pardo Illa vuelve a pensar que Lozano juega demasiado con las
palabras, que en una de esas se va a bandear del todo, que todo se va a ir al
diablo.”
Quina llàstima no poder seguir amb el conte ─desesperant
i cruel─, però no és pas l’objectiu. Aquest és recordar l’ús que Julio Cortázar
feia d’un llenguatge que dominava i al
que podia retòrcer fins extrems impensables.
I al mateix temps, lluitar contra l’enyorança que em
provoca el seu record davant qualsevol obra d’ell o de la seva imatge
desmanegada.
Ara és un bon moment per recordar el seu poema Veredas de Buenos Aires que el Tata
Cedrón va convertir en una cançó.
De pibes la llamábamos “la vedera”
Y a ella le gustó que la quisiéramos,
En su lomo sufrido dibujamos
Tantas rayuelas.
Después, ya más compadres, taconeando
Dimos vuelta manzana con la barra,
Silbando fuerte para que la rubia
Del almacén saliera, con sus lindas trenzas
A la ventana.
A mí me tocó un día irme muy lejos
Pero no me olvidé de “las vederas”.
Aquí o allá, las siento en los tamangos
Como la fiel caricia de mi tierra.
¡Cuánto andaré por “ái” hasta que
Pueda volver a verlas...!
https://www.youtube.com/watch?v=RSFlfz2X7Oc