realitat

DIA INTERNACIONAL DE LA DONA TREBALLADORA

Des de la seva instauració, la celebració del Dia Internacional de la Dona Treballadora ha anat canviant sense tenir un moment de descans. Han estat diferents les causes i els atzars ─aquelles i aquells que a Silvio Rodríguez li anaven encerclant quotidianes, invisibles i embolicant poderosos, invencibles─.

Com en sóc conscient de les meves limitacions sobre el tema, acudiré a tres poetes cubans per a que cadascú pugui treure les seves pròpies conclusions. Començo amb una dona de 76 anys:

 


 

Mujer negra

 

            Nancy Morejón

 

Todavía huelo la espuma del mar que me hicieron atravesar.

La noche, no puedo recordarla.

Pero no olvido el primer alcatraz que divisé.

Altas, las nubes, como inocentes testigos presenciales.

Acaso no he olvidado ni mi costa perdida, ni mi lengua ancestral.

Me dejaron aquí y aquí he vivido.

Y porque trabajé como una bestia,

aquí volví a nacer.

A cuánta epopeya mandinga intenté recurrir.

 

                        Me rebelé.

 

Su Merced me compró en una plaza.

Bordé la casa de Su Merced y un hijo macho le parí.

Mi hijo no tuvo nombre.

Y Su Merced, murió a manos de un impecable lord inglés.

 

                        Anduve.

 

Ésta es la tierra donde padecí bocabajos y azotes.

Bogué a lo largo de todos sus ríos.

Bajo su sol sembré, recolecté y las cosechas no comí.

Por casa tuve un barracón.

Yo misma traje piedras para edificarlo,

pero canté al natural compás de los pájaros nacionales.

 

                        Me sublevé.

 

En esta misma tierra toqué la sangre húmeda

y los huesos podridos de muchos otros,

traídos a ella, o no, igual que yo.

Ya nunca más imaginé el camino a Guinea.

¿Era a Guinea? ¿A Benin? ¿Era a Madagascar? ¿O a Cabo Verde?

 

                        Trabajé mucho más.

 

Fundé mejor mi canto milenario y mi esperanza.

Aquí construí mi mundo.

 

                        Me fui al monte.

 

Mi real independencia fue al palenque

y cabalgué entre las tropas de Maceo.

 

Sólo un siglo más tarde,

junto a mis descendientes,

desde una azul montaña

 

bajé de la Sierra,

 

para acabar con capitales y usureros,

con generales y burgueses.

Ahora soy: sólo hoy tenemos y creamos.

Nada nos es ajeno,

Nuestra la tierra,

Nuestros el mar y el cielo.

Nuestras la magia y la quimera.

Iguales míos, aquí los veo bailar

alrededor del árbol que plantamos para el comunismo.

Su pródiga madera ya resuena.

 

El segon, poeta a més de novel·lista premiat, nascut a Cienfuegos el 1914.

 

 

La compañera

 

            Alcides Iznaga

 

    Eres mi compañera,

con la condicional primera

de la Revolución;

te afanas, te fatigas

lo comprendo,

por los niños,

por los barrios de cartón, lata y desperdicios,

por los enfermos y muertes prematuras.

 

Estás hoy aquí,

junto a mis ojos que te siguen;

mañana en Santiago

o Pinar del Río

o en medio de la madrugada

rectificaciones organizando,

sacando a flote, en fin,

lo hundido,

cercenando lo podrido.

Así, jardinera, así constructora,

ser del viento, sembrando y marchando…

 

A ti no te destruye

Playa Girón,

nuevos mercenarios ni marinos,

en ti yerra el terror;

tú piensas, tú laboras,

porque sean las cosas

como han de ser.

 

Les coses no han estat sempre igual, però en alguns llocs i en algunes ocasions, s’ha reconegut, encara que  inconscientment, la doble explotació de la dona. El tercer, José Lezama Lima, al febrer de 1976, publicava aquest poema a Fragmentos a su imán

 


La mujer y la casa

 

Hervías la leche

y seguías las aromosas costumbres del café.

Recorrías la casa

con una medida sin desperdicios.

Cada minucia un sacramento,

como una ofrenda al peso de la noche.

Todas tus horas están justificadas

al pasar del comedor a la sala,

donde están los retratos

que gustan de tus comentarios.

Fijas la ley de todos los días

y el ave dominical se entreabre

con los colores del fuego

y las espumas del puchero.

Cuando se rompe un vaso,

es tu risa la que tintinea.

El centro de la casa

vuela como el punto en la línea.

En tus pesadillas

llueve interminablemente

sobre la colección de matas

enanas y el flamboyán subterráneo.

Si te atolondraras,

el firmamento roto

en lanzas de mármol,

se echaría sobe nosotros.

 

 

 

 




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