Amb la mort de Luis Eduardo Aute, el passat abril en
plena crisi del coronavirus, va sonar d’una forma més persistent la seva cançó
Al alba. És aquesta una cançó que sona, de forma intermitent sempre al llarg de
l’any, però sobretot quan s’atansa el 27 de setembre. Aquests dies una
coincidència la va convertir en un cant de lluita contra els darrers
afusellaments del franquisme. Aute l’ havia cedit a la seva amiga Rosa León,
que la va estrenar l’any 1975.
El dia 27 de setembre d’aquell any, dos mesos abans de
mal morir al llit el dictador, eren assassinats amb una violència extrema, els
membres del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico) José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo
y Ramón García Sanz i els d’ETA (Eguna Ta Askatasna) Ángel Otaegui i Juan
Paredes “Txiki”.
L’únic paisà que va assistir als afusellaments, el
capellà d’Hoyo de Manzanares, va explicar: “Además de los policías y guardia
civiles que participaron en los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las
ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extemaunción a uno
de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente que mandaba el pelotón y
le dio el tiro de gracia, sin darme tiempo a separarme del cuerpo caído. La
sangre me salpicó.”
Aquells moments van tenir un espectador/protagonista de
primera fila, el magistrat Joaquín Navarro Estevan, aleshores jutge a Tolosa.
Ho explica al llibre editat per Kale Gorria a França Fulgor de libertad. El Estado contra Euskal Herria.
“Eran tiempos de enorme tensión. Las continuas jornadas
de lucha por la liberación de los presos
políticos ─que habían tenido su màxima expresión a partir de diciembre de 1974─
se veían acompañadas por la respuesta política y popular a la tremenda
represión desatada en el País Vasco tras la declaración del estado de excepción
de 26 de abril de 1975. (...) A mediados de julio se organizaron importantes
manifestaciones contra las penas de muerte pedidad para Garmendia, Otaegi,
Wilson, Txiki, Egia y cinco militantes del FRAP... (...) Pero las más
gigantescas fueron a primeros de septiembre, después de conocerse el fallo del
Consejo de Guerra condenando a muerte a los acusados. Provocaron la detención
de un centenar de ciudadanos y la tortura de muchos de ellos. Mandaba a la
sazón la guardia civil de Tolosa el capitán Muñecas, distinguido golpista del
23-F y, desde mucho antes, represor muy cualificado. (...)”
Comencen a arribar els detinguts al jutjat i, d’acord amb
el secretari, decideix:
“...Los que viniesen acusados de manifestación o
propaganda ilegal o asociación ilícita, a la calle. Si alguno había acusado de
cosas distintas o más graves, que me consultase.
Así empezamos. Los detenidos pertenecían a organizaciones
de todo tipo, básicamente nacionalistas,pero también había comunistas,
socialistas y sindicalistas. E independientes. Cuando los primeros salieron en
libertad, se oyó una explosión de júbilo en la plaza. Aquello me hizo temer por
la reacción de los guardias de la puerta. Le dije a Mugueta que tanto él como
yo les pidiésemos a los que declararan que esperasen a salir hasta que se
reuniesen diez. Pero fue peor, porque la reacción alcanzaba cotas mayores...”
Narració d’uns fets viscuts directament en una societat
trasbalsada. Segueix:
“La normativa
aplicada fue la “ley antiterrorista” que el Gobierno de Arias Navarro aprobó en
agosto de 1975 para que fuese aplicada a los hechos de que se acusaba a los
condenados, que ya lo estaban antes del
juicio. Al siguiente mes, días antes del 17 de septiembre, el entonces
director general de Prensa ─el magistrado de Orden Público Federico Mariscal de
Gante, padre de la ex ministra del mismo apellido llamada Margarita─ prohibió
que se difundiese cualquier noticia sobre el inmediato fusilamiento de aquellos
“terroristas”. Más que nunca, un asesinato furtivo y clandestino que se
perpetró contra la tapia de un cuartel. Recordé aquel 27 de septiembre del 75
los conocidos versos de Nicolás Guillén:
Van a fusilar
A un hombre que tiene los brazos atados.
Hay cuatro soldados
Para disparar,
Son cuatro soldados
Callados
Que están amarrados
Lo mismo que el hombre amarrado
Que van a matar.”
Després, quan arriba cada 27 de setembre, ja fa 45 anys,
la nostra memòria es dispara i, sense adonar-nos, cantem cada cop més fort:
“Si te dijera amor mío
que temo la madrugada