Uruguai està de moda i no em refereixo a la marxa enrera
de la seva política. La quinzena passada recordava Eduardo Galeano; aquesta
coincideix amb el Centenari de Mario Benedetti (el dia 14), al que tindrem
temps de recordar durant l’any. L’obra de Benedetti és tal, i la seva vida tan
intensa, que tindré material suficient per a fer-ho.
Avui tornaré a utilitzar un petit llibre del nostre poeta
─del que penso que ja he parlat en altres ocasions─ que és ideal per a commemorar
el seu Centenari. Editat a Montevideo per Editorial Arca ara fa 51 anys, és una
petita joia: Cuaderno cubano.
Conté poemes, assajos, entrevistes,... i caricatures de
David i Mariano.
(Escric mentre escolto la generosa harmònica de l’argentí
Franco Luciani. Insuperable companyia).
Entre els poemes que publica al llibret, destaca el Consternados, rabiosos dedicat a Che,
però és tan conegut que em decideixo per un altre: Señas del Che.
Todo campo
el nuestro
por ejemplo está verde
verde dispuesto verde
los surcos y los surcos
las nubes con sus gordas
pantorrillas de lluvia
está también el otro
campo de pronto abismo
recién nacidos muertos
sin haberse atrevido
a estrenar sus pavores
está el amor de siempre
el corazón del tacto
la noche de la piel
los poros y los poros
y la gloria y el beso
está la llamarada
la hoguera de la piel
el cuerpo brasa infame
el hombre que no sabe
por qué lo incendia el hombre
verde dispuesto verde
campo de pronto abismo
los surcos y los surcos
las nubes con sus gordas
pantorrillas de lluvia
recién nacidos muertos
sin haberse atrevido
a estrenar sus pavores
está el amor de siempre
está la llamarada
el corazón del tacto
la hoguera de la piel
la noche de la piel
el cuerpo brasa infame
los poros y los poros
y el hombre que no sabe
y la gloria y el beso
por qué lo incendia el hombre
desde un sitio cualquiera
montaña
o selva
o sótano
hay alguien que hace señas
agitando su vida
todo campo
es el nuestro.
En l’època que Benedetti escriu aquest llibre treballava
a Casa de las Américas i col·laborava amb el setmanari uruguaià Marcha, que
havia fundat Carlos Quijano, per això no ha d’estranyar-nos que gran part dels
assajos o entrevistes estiguin publicats prèviament allà.
Destaco, a l’entrevista Una hora con Roque Dalton:
MB.─ Por los fragments que conozco de tu libro ─es
refereix a La taberna y otros poemas,
Premi Casa de las Américas 1969─, y por lo que ahora me cuentas, veo que podría
ser considerado como poesía comprometida. Ahora bien, ¿qué sentido le das al
compromiso?
RD.─ Me parece que para nosotros latinoamericanos ha
llegado el momento de estructurar lo mejor posible el problema del compromiso.
En mi caso particular, considero que todo lo que escribo está comprometido con
una manera de ver la litaratura y la vida a partir de nuestra más importante
labor como hombres: la lucha por la liberación de nuestros pueblos. Sin
embargo, no debemos dejar que este concepto se convierta en algo abstracto. Yo
creo que está ligado con una vía concreta de la revolución, y que esa vía es la
lucha armada.(...)
Aquestes
sensacions queden recollides al poema
Buenas noticias
Llegan de atrás
pero no importa
son nuevas en verdad alentadoras
marx se sabía su shakespeare de memoria
y el ché sentía latir
precisamente en marx
igual palpitación que en baudelaire
qué suerte que esos dos tremendos tipos
capaces de instalar sus desafíos completos
para siempre en
nuestras hemotecas
hayan tenido ganas
y hayan tenido tiempo
de apuntalar su cólera
infinitesimal y gigantesca
con esa cuña de alma
ese rumor tan verosímil esa
fràgil e inexpugnable
barricada.
Sensacions
que es completen amb les impressions que recull Jorge Onetti per a Marcha (març
del 69):
“Buena parte
del personal de la Casa de las Américas, donde estuve trabajando, participó
durante casi dos meses en tareas agrícolas. Yo también fui. Por supuesto, nadie
me obligó ni me hizo la menor presión. La presión era en todo caso para que no
fuera, para que me quedara en La Habana cumpliendo mi trabajo de organización y
dirección en el Centro de investigaciones Literarias. Pero era una experiencia
que yo quería vivir, entre otras cosas porque nunca, en mis cuarenta y ocho
años, había trabajado en el campo. Ahora puedo decir que es un trabajo
particularmente duro (aunque en otro sentido provoque una saludable distensión
).
Además,
puedo entender mejor por qué cuesta tanto llevar la cultura al campo. Yo llevé
conmigo unos cuantos libros para leer por las noches; pero la verdad es que
después de ocho o nueve horas de trabajar la tierra, uno no tiene el menor
deseo de ponerse a leer. A la noche, el trabajo intelectual más intenso que
realizaba, era jugar al dominó con los compañeros de faena.”
Seguirem de
celebració durant tot l’any.